El gobierno de Río de Janeiro ha desplegado una nueva iniciativa para combatir el dengue al liberar mosquitos infectados con la bacteria Wolbachia para combatir a los insectos portadores de la enfermedad, los Aedes aegypti.

Cuando los mosquitos Wolbachia se reproducen con los mosquitos Aedes, la bacteria dificulta que virus como el dengue, el Zika y la fiebre amarilla se reproduzcan en el huésped y evitarán que se transmita a los humanos. En otro esfuerzo para combatir a los mosquitos, el gobierno impulsa el uso de peces guppy para controlar el crecimiento de larvas de mosquito en el agua estancada.

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“¿Por qué los perros no pueden bailar?” Esta fue la pregunta que en 2006, el profesor de biología cognitiva W. Tecumseh Fitch lanzó a la comunidad científica. Por aquel entonces, en el ámbito científico no se tenía constancia de que ningún animal, aparte del ser humano, fuese capaz de bailar, entendiendo bailar como la capacidad de sincronizar movimientos motores con el ritmo de una música. Esto presentaba una paradoja. ¿Por qué un fenómeno que parece tan sencillo, es tan raro en la naturaleza?

La producción de sonidos rítmicos y movimientos es algo común entre los animales. Lo vemos cuando los grillos estridulan frotando sus alas, cuando los gorilas espalda plateada se golpean el pecho con los puños o cuando los lémures indri vocalizan para comunicarse con su grupo. También se ha conseguido entrenar a ratas y monos para que presionen una palanca al ritmo de un metrónomo. Pero de ahí a ser capaz de identificar el ritmo en una música compleja, en la que ningún instrumento tiene por qué marcarlo, y de moverse voluntariamente en sintonía, hay un trecho.

Hay algo que es evidente: para poder bailar al ritmo de una melodía, hacen falta melodías con ritmo. Y para que haya melodías con ritmo, hacen falta humanos. En nuestra especie, la música puede ser algo individual, pero sobre todo, se trata de una actividad colectiva. Necesitamos que haya un ritmo. Es muy difícil coordinar a toda una orquesta, un grupo de rock, o un coro si no hay un pulso continuo que seguir. Nadie espera ir por la selva y encontrarse a un grupo de monos bailando, y es que, para empezar, en la selva no hay melodías complejas que sigan un ritmo.

Sin embargo, hay animales domésticos como los perros, los gatos, las ovejas o las vacas, que llevan viviendo miles de años en entornos con música y nunca les ha dado por mover el esqueleto. Podemos poner música y animar a nuestras mascotas a que se muevan con nosotros, o hacer montajes de vídeo pero, lo que la evidencia científica parece indicar de momento, es que los perros no bailan. De ahí la pregunta de Fitch.

También en 2006, otro científico llamado Aniruddh D. Patel sugirió una explicación: para poder bailar es necesario tener aprendizaje vocal. Esta es la capacidad de imitar con el tracto vocal sonidos nuevos que escuchamos en nuestro ambiente. Aunque los humanos lo hacemos con mucha facilidad, este es un rasgo raro que ha surgido en unos pocos grupos de animales, como los pájaros cantores, los loros o los cetáceos. Ni siquiera nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y bonobos, poseen un aprendizaje vocal complejo.

¿Qué llevó a Patel a plantear esta hipótesis? En un experimento anterior, había comprobado que a los humanos se nos da mucho mejor movernos al ritmo de un estímulo auditivo que de un estímulo visual. Y otros estudios habían mostrado que, cuando escuchamos una música, se nos activan en el cerebro áreas motoras, aunque no nos estemos moviendo. Eso sugería que la percepción del ritmo debía involucrar un procesamiento cognitivo especializado que integrase la información auditiva y la motora.

Entre las distintas fuerzas evolutivas que podrían propiciar esta integración, el aprendizaje vocal le pareció a Patel un buen candidato, ya que requiere escuchar un sonido y reproducirlo con nuestro aparato vocal. Por tanto, su hipótesis predecía que solo las especies que hubiesen desarrollado aprendizaje vocal podrían bailar al ritmo de la música.

Tan solo un año después de que Patel plantease su hipótesis, una cacatúa llamada Snowball alcanzó fama mundial por salir en un vídeo de YouTube bailando al ritmo de Another one bites the dust, de Queen. Mediante un experimento, Patel y su equipo de investigación del Instituto de neurociencias de San Diego, Estados Unidos, demostraron que efectivamente Snowball sincronizaba sus movimientos con la música. Cuando manipulaban el tiempo de la canción, automáticamente la cacatúa ajustaba el ritmo de sus movimientos. Dado que las cacatúas tienen aprendizaje vocal, este hallazgo respaldaba su hipótesis.

Pero en 2013 llegó Ronan, un león marino que puso en cuestión las ideas de Patel. Ronan fue entrenado por un equipo de la Universidad de Santa Cruz de California para sincronizar los movimientos de su cabeza con un ritmo musical. En el estudio, los autores concluyeron que, dado que los leones marinos no tienen un aprendizaje vocal muy flexible, la hipótesis de Patel quedaba refutada, y que es posible que la capacidad que muestra Ronan esté más extendida en el mundo animal.

Este descubrimiento abrió un debate. ¿Realmente Ronan es la prueba de que el aprendizaje vocal y el baile no tienen relación? Patel lo niega. Ronan fue sometido a un entrenamiento muy intensivo cuando aún era muy joven. Probablemente, no podría haberlo hecho de adulto y sin entrenamiento. Además, los leones marinos, aunque igual no llegan al nivel de los loros o los humanos, sí que tienen aprendizaje vocal, de hecho, aún se desconoce hasta qué punto.

Un aspecto que sí ha llevado a Patel a revisar su hipótesis es que hay animales como los pájaros cantores que, a pesar de tener aprendizaje vocal, no parece que sean capaces de bailar. En una revisión publicada en 2021, propone que quizás solo puedan hacerlo aquellas especies con un mayor grado de aprendizaje vocal. Esta no es una característica que los animales tengan o no, sino un rasgo que se expresa en mayor o menor medida. Por ejemplo, se considera que los chimpancés tienen un cierto aprendizaje vocal, aunque muy limitado, porque son capaces de modificar ligeramente sus vocalizaciones innatas. En el otro extremo estamos los humanos y los loros (grupo al que pertenecen las cacatúas), que mostramos una gran plasticidad vocal.

Es posible que solo nosotros y los loros tengamos conexiones cerebrales entre las áreas motoras y auditivas lo suficientemente fuertes como para poder bailar. El aprendizaje vocal podría tratarse de una preadaptación, es decir, un cambio evolutivo que aparece con una función determinada, pero acaba posibilitando también otra distinta, en este caso, el baile. Un ejemplo clásico de preadaptación son las plumas de las aves, que aparecieron en los dinosaurios con una función termorreguladora mucho antes de servir para el vuelo.

Si la ciencia sigue avanzando y, si se demuestra definitivamente que Patel está en lo cierto, ya sabremos por qué los perros no pueden seguir el ritmo de una canción. Desde luego, parece mentira que para llevar a cabo una actividad tan aparentemente sencilla como bailar, los animales hayamos tenido que aprender primero a hablar.

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Un frare i un ase discuteixen sobre la suposada superioritat humana en un llibre que Anselm Turmeda va escriure el 1417 en català, molt abans que els conceptes d’especisme i canvi climàtic arribessin al nostre vocabulari. A partir del 20 d’abril, a la Biennal d’Art de Venècia, els sons dels animals que Turmeda va descriure a La disputa de l’ase ressonaran entre les parets de l’antiga nau marítima que acull Catalonia in Venice i dialogaran amb gravacions obtingudes d’onze parcs naturals i espais protegits de casa nostra. Bestiari és una instal·lació immersiva que combina imatge i so per oferir l’adaptació contemporània d’un text antic que té més vigència que mai. Al darrere hi ha l’artista i cineasta Carlos Casas i la comissària Filipa Ramos, que han estat seleccionats per l’Institut Ramon Llull per representar l’ecosistema artístic català en l’exposició d’art més antiga i prestigiosa del món.

Pregunta. Com hi arribeu, a La disputa de l’ase?

Resposta Casas (CC). Va ser una sorpresa que va aparèixer en la recerca d’un projecte anterior. La catapulta va ser un altre llibre, The Case of the Animals versus Man, escrit per la Brethren of Purity, la Germandat de la Puresa. Era una societat secreta de filòsofs i pensadors de l’actual Síria, que van ser generadors de molta saviesa al món musulmà i que van acabar influint també els textos clàssics. Anselm Turmeda era mallorquí, però després de convertir-se a l’islam se’n va anar a viure a Tunis. Si llegeixes La disputa de l’ase, es fa evident que Turmeda, a part d’haver llegit Ramon Llull, també havia tingut accés The Case of the Animals versus Man o algun llibre similar.

Resposta Ramos (FP). El sorprenent de tot això és que, fa molts anys, el Carlos ja m’havia parlat d’aquest llibre, que havia inspirat Anselm Turmeda per escriure La disputa de l’ase. És una d’aquestes coses que curiosament tornen, i fa gràcia pensar que el que es veurà a Venècia, en realitat, té l’origen en una conversa de fa temps.

P. Què és el que us va cridar més l’atenció, de La disputa de l’ase?

R (CC). Adonar-me que és un dels primers llibres que es van escriure en català, va ser una revelació. I llegir-lo encara ho va ser més: el text tenia relació directa amb les meves investigacions artístiques. Parlo de la posició humana en relació amb els animals, la predominança d’unes espècies per damunt de les altres i la possibilitat d’un diàleg entre l’animalitat i la humanitat. Després, evidentment, Turmeda tracta altres temes. Hi ha una crítica implícita a la religió que ressegueix tota l’obra. Vaig creure que era perfecte, el text. A vegades passen aquestes coses, tot apareix perfectament alineat, i va ser un senyal per triar el projecte endavant.

P. Què ens diu de la cultura i la literatura catalanes, que tinguem textos del 1400 que aborden aquestes problemàtiques?

R (CC). Hi ha idees que ens semblen molt modernes, però no ho són. Per mi és important fer valer que, als temps de Turmeda, ja hi havia algú amb aquesta voluntat de comunicació, que buscava explorar els punts de contacte amb les altres espècies, des del respecte i la modernitat. És un llibre que, si el llegeixes avui, en el context actual, no és tan diferent de tota la literatura que ha anat sorgint sobre la qüestió interespècie i la reivindicació dels drets dels animals, que també és present en la majoria de centres d’art contemporani actualment.

P. Quin interès artístic tenia, per a vosaltres, el text? Quin fil vau estirar, per convertir La disputa de l’ase en una obra d’art?

R (CC). Tota la qüestió relativa al so, que és un dels pilars fonamentals del meu treball artístic. El protagonista de La disputa de l’ase es desperta en un locus amoenus, un bosc frondós i idíl·lic, i, de cop i volta, té la capacitat d’entendre els animals. Desapareix el llenguatge i, per tant, no hi ha frontera, entén el so que emeten els animals com un flux que brolla, sense intromissions. El punt clau del text, per mi, és el plantejament del so com aquesta lingua franca entre nosaltres i les altres espècies. Aquest és el lligam que em connecta amb aquest text que es va escriure el 1417: el fet que el so és la llengua per comunicar-nos amb la resta del món. No només amb els animals, sinó amb l’entorn, amb la terra, amb diferents elements naturals. En la meva pràctica, el so m’ha donat aquesta possibilitat.

P. Com es comunica amb nosaltres, la natura, a través del so?

R (CC). Una de les grans fascinacions que he tingut sempre és l’ecologia sonora. És la capacitat de desenvolupar tecnologies de captació de so per estudiar la relació de l’ésser humà amb la natura. Sigui amb micròfons normals, micròfons de captació d’ones de ràdio o hidròfons, que ens permeten gravar sons sota aigua i accedir a un altre nivell del coneixement, a noves informacions sobre la natura.

La clau de ‘La disputa de l’ase’ és el plantejament del so com la ‘lingua franca’ entre nosaltres i les altres espècies

P. Me’n pot posar un exemple?

R (CC). Quan vam començar a treballar amb hidròfons, fa més de trenta anys, eren uns artefactes gairebé militars que es col·locaven sota l’aigua per diversos motius. Però ens van permetre captar els sons de les balenes. Això va canviar la manera com percebem i ens relacionem amb aquests animals, fins al punt de fer possible que aquesta espècie pugui ser protegida. Les balenes es van fer sentir i allò va ser un moment de comunicació entre la seva espècie i la nostra. Llegir aquests moments de la història és important per al meu treball artístic. M’interessa fer servir el so com a punt de contacte entre l’espectador i la natura, perquè interactuïn des d’un altre angle, a través de les sensacions que ens provoquen les freqüències sonores.

‘Batvision’, del projecte ‘Bestiari’. Carlos Casas

P. Què pot arribar a suscitar, el so, al nostre cos?

R (CC). Una de les experiències més increïbles que he tingut treballant amb elefants és comprendre realment com entenen i fan servir el so d’una manera diferent. És com si et llancessin directament unes freqüències molt baixes que et provoquen una reacció concreta en el cos. És una cosa que estem acostumats a sentir amb la música, però no li donem importància. La música produeix unes vibracions que ens creen una sensació, i els elefants fan exactament el mateix amb un cert tipus de freqüències. Creen aquesta espècie de circularitat, de connexió, entre nosaltres i ells. Aquest és possiblement un dels exemples més clars del valor del so en l’actualitat.

P. Com connecta, tota aquesta investigació, amb Bestiari, la peça que representarà Catalunya a Venècia?

R (CC). El projecte per a la Biennal, en realitat, té tres nivells que és important que s’entenguin. El primer és una adaptació de La disputa de l’ase, totalment contemporània i abstracta, fent servir el so. El segon vol captar l’estat dels parcs naturals de Catalunya, també a través del so. Amb un sistema d’especialització, uns micròfons que són l’última tecnologia per gravar ambients, hem documentat la qualitat sonora dels nostres parcs.

P. Com ha estat el treball que hi ha al darrere de les gravacions?

R (CC). Hem col·laborat directament amb totes les institucions que treballen per preservar la natura. Des dels que són a dalt de la piràmide fins als treballadors dels parcs naturals, hem vist la quantitat de dedicació, amor, passió que hi ha allà. El diàleg amb ells ha sigut interessant, els hem demanat què pensen, quins indrets calia documentar tant sí com no… Hem topat amb espècies que no es veien des de fa molt de temps. Hem capturat sons que són gairebé mitològics, com la tramuntana del cap de Creus, i d’altres que tenen a veure amb els canvis ambientals, com alguns ocells migratoris que han modificat les seves rutes, o les cotorres invasores que ara viuen a Sant Gervasi. Les gravacions són documents de valor, que ens expliquen com són els nostres indrets més rics sonorament. Els hem de fer valer perquè no es perdin. El projecte és també una tasca de salvaguarda per protegir-los.

P. Per salvar els sons de Catalunya?

R (CC). Sí, per a mi era important la dimensió de patrimoni del projecte, que fos un sistema de documentació. Que duri tota la història, que quedi en mans de Catalunya i que sigui un punt on tornar perquè deixi constància de l’estat dels parcs naturals el 2023 i 2024. Que les noves generacions entenguin el que s’ha fet malament o potser el que s’està fent bé.

P. I el tercer nivell del Bestiari, quin és?

R (CC). Aquest prové de la meva passió pel so. Volia presentar el so com un element capaç d’alterar el sistema fisiològic humà. Amb les últimes tecnologies de reproducció de so, he volgut comparar la manera d’entendre el món dels animals amb la de les persones. A la instal·lació hi trobaràs set altaveus que representen set espècies diferents. Algunes són autòctones de Catalunya, però d’altres formen part de l’imaginari d’un bestiari medieval o provenen del text de Turmeda. D’altres m’interessen especialment perquè fan servir un sistema de difusió de freqüències per comunicar-se. La meva idea és que l’espectador, quan entri en aquest espai, sigui com el protagonista de La disputa de l’ase, que és jutjat per aquestes diferents espècies d’animals i hi estableix un diàleg.

P. També hi apareix la veu de la Marina Herlop.

R (FR). Des d’un principi vam imaginar que, després de tota aquesta experiència de l’espectador amb els entorns i amb els animals, seria interessant tornar a la veu humana, per posar de manifest que la veu també forma part d’aquesta capacitat de connexió. Vam pensar que la Marina hi encaixava perfectament, per la seva recerca, per les seves maneres de compondre i també per la seva meravellosa veu. Li vam demanar que fes aquests moments d’experimentació amb aquesta llengua quasi primordial, que imaginés una veu que podria dialogar amb totes les espècies del Bestiari i hi intentés establir aquests contactes.

La comissària Filipa Ramos i l’artista Carlos Casas, autors de ‘Bestiari’.
Giorgio De Vecchi (@gerdastudio)

P. Com heu obtingut els sons dels animals que no són autòctons de Catalunya, com per exemple el de l’elefant?

R (CC). Això ha estat gràcies a Chris Watson, el gravador de sons naturals més important del món. Té un dels arxius sonors més complets que existeixen, i ens va facilitar algunes gravacions per crear aquesta composició amb altres animals que no són propis del territori català, però que aporten aquesta possibilitat d’experimentar amb les freqüències i les nostres reaccions fisiològiques.

P. Quins són els set animals amb els quals interactuarà l’espectador?

R (CC). Hi ha una serp, un dofí mediterrani, un ase que vam gravar en un santuari de rucs catalans a la Catalunya central, les abelles, que són abelles gravades a Eivissa, ratpenats, elefants i la cotorra, una espècie que és invasora i que vam gravar a la zona alta de Barcelona.

R (FR). Els responsables dels parcs naturals estaven molt sorpresos que volguéssim incloure cotorres dins el projecte, però té una explicació. El tema de la Biennal d’enguany l’ha plantejat el curador Adriano Pedrosa, amb el títol Foreigners Everywhere, és a dir, estrangers a tot arreu. Volíem qüestionar la dimensió de l’estranger incloent-hi tot el que no és humà, per no parlar-ne des d’una dimensió antropocèntrica. En realitat, el món natural i la biodiversitat han estat sistemàticament marginalitzats, fins al punt que la natura es troba en situació de ser estrangera a casa seva. També volíem qüestionar terminologies que potser en la comunitat científica estan molt naturalitzades, com ara la d’espècie invasora. Si ho penses, políticament i discursiva, té unes connotacions molt complexes. Qui és l’invasor? Qui és l’estranger? Fins i tot en la publicació que acompanya el projecte de Venècia hi tenim un text preciós de la Yayo Herrero, que escriu des del punt de vista de la cotorra per imaginar una coexistència diferent, un futur en què convivim millor.

R (CC). La instal·lació permet experimentar tot el rang de freqüències auditives que pot oferir el regne animal, dels elefants als ratpenats, o, el que ve a ser el mateix, des de l’ultrasò fins a l’infrasò, que són nivells auditius imperceptibles per l’oïda humana però que se senten amb el cos, perquè el cos accepta aquestes vibracions fisiològicament.

P. Parlem de la publicació que acompanya el projecte. Com la vau concebre?

R (FR). Hem demanat als diferents col·laboradors que escriguin un text personal amb relació a cada animal que apareix a la instal·lació. Hi han participat persones de l’escena literària i artística de Barcelona, com Eva Baltasar, que parla de l’elefant, Pilar Codony, que parla de l’ase, o Chus Martínez, dels dofins, o l’Helena Vilalta, que escriu sobre els ratpenats. També hi han escrit persones que formen part de l’avantguarda del pensament ecològic i de l’art, com Emanuele Coccia, sobre les abelles, o Lucia Pietroiusti, a qui li ha tocat parlar de les serps. El resultat és una publicació que explora les diferents afinitats que es poden tenir amb un animal. Els textos ofereixen una lectura des de la memòria, però hem volgut representar el futur, i ho hem fet amb dibuixos de cada animal fets per infants. Són preciosos, gairebé abstractes.

P. S’ha fet servir la paraula immersiu, que està a l’ordre del dia, per referir-se al projecte de la Biennal. En quin sentit serà una experiència immersiva visitar-lo?

R (FR). Volíem relacionar el projecte amb tota la tradició d’ambients, que és un concepte clau en història de l’art, i que difereix una mica de la idea d’instal·lació artística. És un projecte immersiu en el sentit que té una dimensió espacial i temporal pròpia, que per nosaltres s’activa a partir de la idea de somni. Si entres en l’espai de Catalunya a Venècia, veuràs que té una arquitectura única, sense parets que el divideixin. Nosaltres no hi hem posat cap paret, n’hem potenciat l’obscuritat, i hi hem afegit altaveus diversos amb una dimensió gairebé escultòrica, són com si fossin tòtems. Els altaveus et guien i et porten d’un lloc a l’altre, entre sons que gairebé mai has sentit i que, com deia el Carlos, potser sentiràs a través de la panxa o altres parts del cos.

R (CC): La qüestió immersiva, que potser és una paraula de la qual s’abusa ara mateix, nosaltres l’entenem d’una manera molt directa, quasi literalment. Volíem simular un moment hipnagògic, el punt just entre el somni i la vigília, que també ens apareix al text de Turmeda. En aquest impàs entre el somni i la realitat, potser tenim accés a una veritat que només es troba en aquest punt.

P. Creieu que estem més entrenats a mirar que a escoltar?

R (FR). Sí, és cultural. A més, sense dubte, som criatures visuals. Culturalment, la visió és un sentit dominant, i a les ciutats ens hem acostumat a no escoltar tant, a suspendre l’audició perquè hi ha moltíssima contaminació acústica. Vivim en tensió i anem amb els ulls molt oberts, perquè no se’ns passi res. Però em costa entendre que el meu gos tingui un mapa de la ciutat on vivim que no sigui visual, com el meu, sinó olfactiu. Amb Bestiari també volem convidar les persones a imaginar què significar tenir un altre cos i relacionar-se amb el món des d’altres angles.

P. Cap on va el so de Catalunya? Quins sons emetrem, d’aquí a uns anys? Haurem deixat de sentir coses que ara tenim normalitzades?

R (CC). Amb aquesta experiència hem viscut coses molt impactants de primera mà, com ara la sequera, que està produint un canvi en la manera de relacionar-nos entre espècies, i això afectarà directament el so dels nostres boscos i parcs. Serà un punt d’inflexió. Les gravacions que hem fet servir per a Bestiari, encara que potser són la dimensió més amagada del projecte, poden acabar sent la darrera prova que tindrem de la riquesa que han acollit alguns dels parcs naturals de casa nostra. Espero que les futures generacions facin ús d’aquest material, que sigui un punt de referència per entendre què vam ser o el que podríem ser.

El dragón es un animal mitológico de alto recorrido literario. Se trata de un monstruo invencible al que siempre se enfrenta un héroe, ya sea San Jorge en la leyenda cristiana o Hércules en la mitología griega.

Hay una hipótesis acerca de esta fantasía que nos remite a nuestro antepasado primate, de cuando éramos homininos y nuestro mecanismo de reacción se ponía en marcha cada vez que asomaba el peligro en forma de serpiente, felino gigante o ave de rapiña. Por eso mismo, los dragones combinan aspectos de todos estos animales, desatando los terrores del inconsciente y poblando el imaginario colectivo con su figura sobrenatural. Hay dragones en China y hay dragones mesoamericanos como también los hay mediterráneos y africanos.

El dragón que hoy nos trae hasta aquí es uno de los grandes misterios de la ciencia. Se trata de un reptil de garras afiladas y dentadura de tiburón cuya lengua amarilla se mueve nerviosa cada vez que se abalanza sobre su presa. Por si fuera poco, la saliva de este dragón contiene abundantes bacterias venenosas, lo que puede acabar con la vida de su víctima en menos de 24 horas. No es broma; se han encontrado 58 poblaciones bacterianas diferentes, de las cuales 54 son potencialmente infecciosas debido a la alimentación carroñera de este reptil que habita en la isla de Komodo, situada a 400 kilómetros al este de Bali, en la confluencia de los océanos Índico y Pacífico.

Su nombre científico es Varanus komodoensis, aunque se le conoce comúnmente como dragón de Komodo, el lagarto más grande de la Tierra. Para hacernos una idea, el ejemplar más brutal encontrado hasta la fecha medía 3,13 metros y pesaba 166 kilogramos. Cuando nacen, los animalitos son verdosos y rayados, pero, según van creciendo, su piel va tomando el color de una armadura medieval de color gris cubierta de óxido rojizo.

Seis dragones Komodo en la jaula del zoológico de Surabaya en Java Oriental, Indonesia, el 5 de marzo de 2019.NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)

Estamos ante un reptil peligroso, de dieta carnívora al que, según Michel Gall en su estudio sobre Las mil y una noches, se enfrentó Simbad en uno de sus viajes. De este monstruo con armadura medieval cabe destacar su olfato; siente tu presencia antes de que tú lo veas. Si te alcanza, no dejará de ti ni los huesos. Eso sí, solo se salvará tu teléfono móvil. Por eso, si llega a ocurrir tan desafortunado encuentro, lo mejor es poner tu teléfono a grabar, para que así quede registrado el festín de vísceras regado con sangre que se va a pegar el animal. Una auténtica película snuff; sin trucos.

Bromas aparte, el barón Rudolf von Reding Biberegg, explorador suizo que se encontraba realizando una expedición en la isla, desapareció sin dejar rastro en el verano de 1974. Todo apunta a que fue devorado por un dragón de Komodo. Del barón solo encontraron las gafas, un sombrero y una cámara de fotos. Hoy, una cruz de madera clavada sobre un pequeño montículo lo recuerda con la siguiente leyenda: “En recuerdo del barón Rudolf von Reding Biberegg, nacido en Suiza el 8 de agosto de 1895 y desaparecido en esta isla el 18 de julio de 1974″.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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Los burros me ponen alegre y triste al mismo tiempo. Imagino que es inevitable para los que crecimos bajo el signo de Platero y yo. Aunque si soy sincera, tanto como el burrito de algodón de Juan Ramón Jiménez me marcaron los de la serie sobre Pinocho que hizo Luigi Comencini a finales de los setenta o el cuento Piel de Asno, de Charles Perrault, que también tuvo su versión cinematográfica de la mano de Jacques Demy.

Con la música de Fiorenzo Carpi para la serie de Comencini de aterrador fondo, la ternura por aquel animal dio paso a la inquietud y a las orejas de burro como ubicuo castigo psicológico. En esa extraña dicotomía hemos crecido: el burro, animal inteligente y noble, simboliza la mofa y la burla, la falta de progreso y la pobreza.

El cine siempre mostró querencia por este animal. La más célebre es, por supuesto, la película de Robert Bresson Al azar de Baltasar (1966). Pero hace dos años llegó la maravillosa EO, del veterano cineasta polaco Jerzy Skolimowski, y ahora lo hace la última joya del navarro Oskar Alegría, Zinzindurrunkarratz, una road movie a lomos de un burro cuyo viaje arrancó en la cima de los festivales-boutique, el de Telluride, en las Montañas Rocosas de Estados Unidos, acaba de pasar por el de documentales de Punto de Vista (Pamplona) y llegará a finales de mayo a la Cineteca de Madrid. Con esa mezcla tan suya de diario poético-etnográfico, Alegría se acerca a través de una vieja cámara de Super 8 al mundo perdido de los pastores de Artazu, en la Sierra de Andía, para practicar el “companaje” (llevarles pan y vino), como hacía su abuelo.

El director de La casa Emak Bakia y Zumiriki, en la que ya asomaba la vida de los viejos pastores, convierte su camino en burro en un conmovedor viaje a la memoria, al origen del cine y de la vida, en el que la pantalla en blanco se transforma en el sudario con el que el cineasta también despide a su madre. Y todo esto, que no es poco, con la mirada cómplice y serena del bueno de Paolo. Alegría eligió a Paolo por motivos algo profanos para un experto: le gustaron sus orejas, la manera en las que las movía, y también su quietud, “su manera elegante y emotiva de estar en la tierra”. Aprendió de él cosas curiosas, como su manera de “pensar en zigzag” o su relación frugal con la comida. Por eso cuando Alegría vuelve al prado de Arostegui a visitar a Paolo lo hace con zanahorias traídas de todo el mundo, de Italia a Japón, en un ritual de agradecimiento hacia el animal que le enseñó tanto del camino.

Hace unos días, en la presentación de la revista anual de crítica de cine de la Escuela de Escritores, descubrí que una alumna, Pilar Merino, profesora de instituto, había escrito sobre burros y cine incluyendo un poema de Agustín García Calvo. Después de la presentación charlamos brevemente: cosas de la vida, ambas habíamos sido alumnas suyas de latín. Titulado Al burro muerto, el poema es una elegía al animal que mató un coche (“…me hace clamar que no ha muerto, que lo han matado, y que ha sido / quien mata el amor”) el día que se escapó a la carretera detrás de unos caballos. Me temo que es inevitable, los burros nos ponen alegres y tristes, y tal vez solo quepa el consuelo de la letanía final de Juan Ramón: “Platero, tú nos ves, ¿verdad?”.

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Cada 15 minutos se mata un elefante, por su marfil. Cada día, dos rinocerontes, por su cuerno. Los grupos delictivos organizados contra la fauna y la flora silvestres operan a tal escala industrial que, especies amenazadas como los elefantes o los rinocerontes, deben estar bajo vigilancia armada las 24 horas del día.

¿Impunidad total? No. Hay un marco de derecho internacional claro y que debiera servir como disuasivo y respuesta sancionatoria. Por ejemplo, la clara y precisa Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, adoptada en noviembre del 2000, establece las obligaciones de cooperación judicial y policial internacional entre los Estados contra esas modalidades de delincuencia. Los grupos criminales organizados contra la fauna y la flora silvestres que vienen operando son, precisamente, el foco de la Convención.

Hay algunas dificultades operacionales. Pero la verdad es que, pese a las limitaciones, hay respuestas relevantes. Destaca la colaboración entre los Estados concernidos con organizaciones de la sociedad civil. Como las que viene impulsando, con energía y eficacia, por ejemplo, la Wildlife Justice Commission (WJC, o Comisión de Justicia para la Vida Silvestre) con sedes en los Países Bajos y EE UU.

Esta convergencia de actuaciones ilustra bien sobre algunos de los caminos más eficaces para golpear con contundencia a las redes del crimen organizado en torno a especies protegidas.

Especies “protegidas”… pero en el papel

El tráfico de especies silvestres es una inmensa y creciente industria criminal. Que, se calcula, mueve en el mundo, con impunidad, más de 20.000 millones de dólares al año. Estas redes delictivas atraviesan naciones y continentes parte incluyen, muchas veces, funcionarios de aduana y de policía.

Solo el tráfico de drogas, seres humanos y armas constituyen estructuras de crimen organizado más poderosas.

En las complejas redes operativas que se extienden por diferentes países, encontramos un extremo marcado por la conducta pasiva de indolentes y corruptos funcionarios aduaneros de países proveedores de especies silvestres en extinción, como Nigeria o Sudáfrica, que optan por “mirar al costado” y dejar que su bien aceitada indolencia deje salir de su país valiosos colmillos de elefante o escamas de pangolín.

En el otro extremo de la cadena de este comercio ilegal, están individuos anhelantes del valioso y bello marfil. Pero en lo que destacan, más allá de quienes buscan marfil para el “ornato”, compradores de la tercera edad, a la búsqueda de un mítico equivalente del “viagra”, supuestamente contenido en los cuernos de rinocerontes sacrificados. El precio del cuerno de rinoceronte, en el mercado negro, llega a los 60.000 euros por kilogramo. Más que la cocaína. En países como China o Vietnam hay quienes piensan que el cuerno convertido en polvo, cura, desde la resaca hasta el cáncer.

Aunque sobre el papel, existen especies “protegidas”, como los rinocerontes, en la práctica están siendo liquidadas sistemáticamente, dejando cualquier atisbo de protección en el olvido. Muchos de ellos son sacrificados, incluso, en parques nacionales, teóricamente protegidos, como el parque nacional Kruger en Sudáfrica. Después de ser liquidados, los rinocerontes pasan, después, por ávidos intermediarios, operando muchas veces desde Vietnam, poniendo al acceso, y disfrute teórico, de ancianos chinos, anhelantes de mayor vigor sexual, las supuestas “virtudes” del cuerno de rinoceronte.

Casi todos los Estados cuentan con leyes contra los delitos contra la vida silvestre y el blanqueo de capitales, el fraude, la evasión fiscal y la corrupción asociados a ellos. Y son Estados parte de tratados internacionales concebidos, precisamente, contra la criminalidad organizada o para impedir el comercio ilegal de especies silvestres. Pero este comercio sigue diezmando nuestro patrimonio natural.

Tiburones: en peligro de extinción

Los hábitats frágiles están amenazados y las comunidades y los medios de vida desestabilizados. Y no solo en África, sino hasta en los mares del Pacífico sudamericano.

El ataque inmisericorde a la vida silvestre tiene que ver no solo con mamíferos en proceso de extinción (como elefantes o rinocerontes). También afecta a especies marinas, como los tiburones, que estuvieron en la cima de la cadena alimenticia por millones de años. Al esparcir nutrientes y absorber carbono, mantienen los ecosistemas marinos en balance, desde adentro. Su eventual exterminio afecta el conjunto de ecosistemas marinos.

La tragedia incontrastable es que los tiburones y sus ecosistemas se encuentran hoy en grave peligro en países como Perú, con grandes zonas de presencia marítima. Las aletas de tiburón son objetivos apetecidos para pescadores pues pueden venderse por un precio alto y sirven como un símbolo de estatus en culturas orientales y son utilizadas en un plato popular en la China (sopa de aleta de tiburón).

Según Naciones Unidas, casi 100 millones de tiburones son matados cada año. La disminución de la población de tiburones en Perú, por ejemplo, puede conducir a consecuencias no deseadas en ecosistemas marinos, tales como el colapso de poblaciones de peces que son importantes tanto a nivel comercial como económico, además de contribuir al cambio climático global.

Golpes severos al tráfico ilegal

El mes pasado, Olivia Swaak-Goldman, directora ejecutiva de la WJC, anunció golpes severos en Nigeria al tráfico de especies africanas protegidas. Antes de incorporarse a la WJC, Swaak-Goldman, entre otras responsabilidades, fue jefa del Grupo de Trabajo de Relaciones Internacionales de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional.

En el anuncio resaltó el éxito de la asociación de la WJC con el Servicio de Aduanas de Nigeria (NCS). Precisó que se efectuaron varias detenciones en una investigación conjunta dirigida contra las redes de proveedores ilícitos de fauna y flora silvestres.

Durante la operación, el NCS incautó nada menos que cinco piezas de colmillos de marfil, con un peso total de 25 kilogramos y un valor aproximado de 16.000 dólares. Con ello, el número total de detenidos desde el inicio de la colaboración institucional asciende a 27; las incautaciones ascienden a casi 10 toneladas de escamas de pangolín y más de una tonelada de marfil.

En medio de este panorama, plagado, usualmente, de desaliento, como se ve en este ejemplo, los sistemas de seguridad logran asestar golpes severos a quienes trafican con especies protegidas. No es cosa de todos los días. Pero entran en ese listado, por ejemplo: elefantes y sus valiosos colmillos de marfil, rinocerontes y su cotizado colmillo o las, también valiosas escamas de pangolín.

Por iniciativas como estas, el tráfico de estas especies ha alcanzado su nivel más bajo en cinco años. También ha permitido desplazar el tráfico de marfil y escamas de pangolín de Nigeria a otros países.

La crucial Wildlife Justice Commission

Hechos criminales como estos se encuentran, plena y sólidamente documentados por organizaciones como la WJC. Que sustenta, conceptualmente, sus análisis en tesis jurídicamente sustentadas cómo que nuestra fauna y flora silvestres no pueden estar a la venta al mejor postor, y que deben protegerse de los traficantes que convierten las especies amenazadas en baratijas y joyas.

Tengo el honor de integrar la WJC y participar en sus trabajos como integrante del llamado Panel de Revisión Independiente. He tenido el privilegio de contribuir en los últimos años al papel fundamental de ese Panel y de la WJC en el examen objetivo y evaluación de los expedientes sobre casos concretos de afectación de la vida silvestre.

El espacio de la WJC no es el de un foro académico de reflexión y análisis. Más bien, lleva a cabo actividades muy concretas y operacionales de investigación exhaustiva en el terreno. Así, hay investigadores que trabajan de incógnito para sacar de las sombras a los delincuentes contra la fauna y flora silvestres. Su objetivo es poner fin, así, a este negocio sucio, que mueve miles de millones de dólares.

Sobre esa base, la WJC colabora estrechamente con autoridades locales con valiosa información para enfrentar la criminalidad organizada con las normas internacionales vigentes.

Agenda pendiente: especies amazónicas

El tráfico ilegal de especies, es un problema grave que también afecta a la biodiversidad y el equilibrio ecológico de la región amazónica, aunque sin la “espectacularidad” de la matanza/tráfico de elefantes o rinocerontes africanos. Es una amenaza creciente el comercio ilegal de animales, plantas y sus productos derivados obtenidos de manera ilegal de la selva amazónica, para su venta en el mercado nacional e internacional, ya sea como mascotas exóticas, objetos de colección, ingredientes para la medicina tradicional, o incluso como alimentos.

Este tráfico ilegal tiene consecuencias devastadoras para el ecosistema amazónico. Pone en peligro la supervivencia de especies animales y vegetales, interrumpiendo las cadenas alimenticias y desequilibrando los ecosistemas. Además, contribuye a la pérdida de biodiversidad y puede propagar enfermedades entre especies, incluyendo a los humanos.

Para abordar el problema del tráfico ilegal de especies silvestres amazónicas, es necesario un enfoque integral que incluya la aplicación efectiva de las leyes ambientales, el fortalecimiento de la vigilancia y el control en las áreas protegidas, la educación ambiental y la sensibilización pública, así como la cooperación internacional

Las organizaciones gubernamentales, las ONG ambientalistas y la sociedad civil desempeñan un papel crucial en la protección de la biodiversidad amazónica y en la lucha contra el tráfico de especies silvestres, mediante la promoción de políticas de conservación, el apoyo a proyectos de investigación y monitoreo, y la denuncia de actividades ilegales. La amenaza a enfrentar en la protección de especies amazónicas es muy poderosa. No proviene de un grupete improvisado de delincuentes sino de redes transnacionales de crimen organizado. Concurren dos variables fundamentales.

Primero, una materia criminis de mucho valor. Que pueden ser especies africanas animales protegidas y en proceso de extinción, como elefantes o rinocerontes. O, pasando a otros ejemplos , el oro de origen ilegal en Perú, que se exporta a espacios como Suiza o la India. Segundo, una criminalidad organizada que torna las fronteras y las aduanas en cómodos espacios de tránsito para que pasen por allí millones de dólares en colmillos de elefante u otros bienes protegidos.

Dentro de ese marco, es de resaltar lo crucial de hacer uso de tratados internacionales, como la Convención de la ONU contra la Delincuencia Organizada Transnacional, para contrarrestar la lenidad delictiva de funcionarios de aduanas que optan por mirar al costado y dejar pasar toneladas de marfil.

Recientes acciones particularmente efectivas contra proveedores ilícitos de fauna silvestre han constituido un factor de aliento. Resaltando la trascendencia del trabajo de organizaciones internacionales privadas por poner fin a ese comercio ilegal y la impunidad reinante.

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Cuando hablamos de mascotas, hay dos titulares que se suelen repetir. El primero es que en España hay más de 30 millones de mascotas, según datos de la asociación sectorial Anfaac. El segundo, derivado del primero, es que en España hay más perros que niños menores de 14 años y no precisamente por poco. Los datos de la asociación revelan que en 2021 había más de 9,3 millones de canes frente a los 6,6 millones de niños que cifra el Instituto Nacional de Estadística (INE). En estas cifras también tuvo efecto la pandemia. El confinamiento, el teletrabajo, la soledad y un buen número de causas más dispararon el número de mascotas en los hogares españoles, que iba creciendo cada año aproximadamente un 17% y de pronto se disparó casi al 40%. Muchas personas aprovecharon para formalizar una decisión que llevaban tiempo meditando y otras se dejaron llevar sin calcular del todo las consecuencias.

“En mi casa siempre había habido perro y tras la pandemia convencí a mi pareja de coger un cachorro. Nos salían las cuentas y disponíamos de tiempo, así que nos lanzamos, pero la realidad es que tener un perro es muchísimo más caro de lo que pensamos”, explica Marina Barbero, creativa de 39 años. Ella y su pareja teletrabajan a demanda y adoran a Coco, un labrador de tres años al que, según calculan, dedican unos 150 euros al mes.

Según datos de la Real Sociedad Canina de España (RSCE), los gastos anuales que supone un perro oscilan entre los 1.000 y los 1.400 euros. Si la mascota elegida es un gato, el desembolso anual será de unos 986 euros, según una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).

Los gastos iniciales, los más elevados

El mayor desembolso económico llega con la propia mascota y puede ser muy variable, en función de si se opta por la compra o por la adopción. Hay que recordar que la ley de bienestar animal prohíbe la venta de animales de compañía a través de internet, páginas web o aplicaciones, y que lo mismo se aplicará para tiendas físicas en el caso de perros, gatos y hurones, algo que ya sucedía en algunas comunidades como Madrid. Así pues, quien quiera comprar un perro o un gato debería dirigirse a criadores autorizados y aquí el precio dependerá del criador y de la raza.

Además, es importante tener en cuenta los primeros gastos veterinarios, incluyendo las vacunas iniciales o la puesta del microchip, lo que conllevará un desembolso de entre 50 y 100 euros, con precios similares para perros y gatos. Este pago estaría incluido en la cuota de la protectora si se opta por la adopción, cuyo coste suele rondar entre los 100 y los 180 euros. En este caso, los animales se entregan a sus futuras familias esterilizados si son adultos, desparasitados, con todas las vacunas y con el microchip.

Una encuesta realizada por Rover calcula que los gastos iniciales (la preparación de la casa y la compra de elementos como comederos, camas, juguetes, collares, areneros, arneses o correas) están entre los 395 y los 1.740 euros en el caso de los perros, y entre los 260 y los 1.630 euros para los gatos.Os Tartarouchos (Getty Images)

Otro gasto importante en el momento inicial es la preparación de la casa y la compra de elementos como comederos, camas, juguetes, collares, areneros, arneses o correas. Una encuesta realizada por Rover, una empresa que ofrece una red de cuidadores de mascotas y paseadores de perros, calcula estos gastos iniciales entre los 395 y los 1.740 euros en el caso de los perros, y entre los 260 y los 1.630 euros para los gatos. Esta enorme diferencia se explica por dos cuestiones básicas: la creciente oferta en lo que a artículos para mascotas se refiere y su ascenso en el estatus familiar. “El cambio de perspectiva en el que los animales de compañía son considerados como parte de la familia ha tenido un impacto significativo en el gasto dedicado a ellos. Cada vez más, los hogares españoles están dispuestos a invertir en productos y servicios especializados para asegurar el bienestar de sus animales”, asegura Ramón Sánchez, responsable de la marca propia de Tiendanimal.

La alimentación, el desembolso más importante

Tras la bienvenida a la mascota, los gastos se dividen en tres partidas principales: la alimentación, el veterinario y los accesorios, donde se pueden incluir desde juguetes hasta residencias o peluquería. Sin duda, el más elevado es el de la alimentación que, según la RSCE, será de media unos 60 euros al mes, entre 700 y 800 euros al año, en el caso de perros; y unos 25 al mes, entre 300 y 400 euros al año, para los gatos. Aquí dependerá mucho del tamaño del animal y de si se opta por dietas especializadas o por opciones más básicas. “Entre los productos que han incrementado su consumo en los últimos meses cabe resaltar aquellos dentro de la categoría de alimentación natural, como puede ser el pienso, los snacks y alimentos húmedos”, señala Sánchez.

Una encuesta realizada por la editorial BioMed Central señala que aquellas personas que se preocupan por su alimentación tienden a hacer lo mismo con la de sus mascotas, algo que explica el auge de las dietas naturales y los piensos premium con fórmulas veganas, sin cereales o basadas en una sola proteína, además de las opciones para animales esterilizados o aquellos con alergias o necesidades veterinarias especiales. “Coco es alérgico al pollo, así que necesita un pienso específico y, teniendo en cuenta que pesa 32 kilos, nos gastamos solo en comida unos 75 euros al mes”, apunta Barbero.

Seguros veterinarios y de responsabilidad civil

El siguiente escalón es para las consultas veterinarias. El precio medio de una consulta normal, según la Encuesta de precios en centros veterinarios de 2022, está en torno a los 31,80 euros. Por ejemplo, la castración de un gato, ahora obligatoria, es de 99,5 euros de media y la de un perro de 25 kilos es de 176,80 euros. Las vacunas anuales básicas suponen, aproximadamente, 60 euros para los dueños de perros y 50 en el caso de los gatos. No hay que olvidar también la necesidad de desparasitaciones —cada tres meses, unos 25 o 10 euros, para perros y gatos respectivamente— y tratamientos antiparasitarios, ya sean en forma de collar o pipetas. Los primeros suelen durar varios meses, pero son más caros, mientras que las segundas se ponen una vez al mes y son más económicas.

Las vacunas anuales básicas suponen aproximadamente 60 euros para los dueños de perros y 50 en el caso de los gatos.Irina Shatilova (Getty Images)

Lo que puede romper un presupuesto son las visitas de urgencia. “Mi gato Ares se cayó de un tercer piso. Le tuvieron que operar dos veces y estuvo cinco días hospitalizado, pero al final lo superó, aunque el que casi no lo supera soy yo. La factura fue de más de 2.000 euros”, cuenta Sergio Ferrer, abogado de 31 años. Desde entonces, Ferrer contrata un seguro veterinario, una opción cada vez más extendida. “A lo largo de la vida de nuestro perro o gato tendremos desembolsos en vacunas, desparasitaciones y consultas de importes no muy elevados, pero a medida que nuestro animal envejece, las probabilidades de que padezca una enfermedad crónica con medicación continua o la necesidad de realización de pruebas de diagnóstico, incluso de realizar una intervención quirúrgica, es un argumento de peso para que contratemos un seguro”, señala Paz Belinchón, veterinaria en el departamento de indemnizaciones Santévet España. La experta apunta que el gasto medio del seguro de salud para un perro está alrededor de los 330 euros al año, dependiendo de la raza y la edad del animal. El seguro que contrató Ferrer para su gato persa de tres años le cuesta unos 25 euros al mes y cubre el 80% de las facturas veterinarias, incluyendo también el seguro de responsabilidad civil.

Este último está previsto que sea obligatorio para los dueños de perros, algo que ya ocurre en Madrid o el País Vasco. Sin embargo, según un estudio realizado por la aseguradora Línea Directa, casi el 30% de los dueños admite no tener aún esta póliza que se haría cargo de posibles accidentes causados por la mascota. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de seguros de hogar ya incluyen a los animales que residen en él, pero hay que mirarlo con detenimiento porque algunos excluyen a las razas conocidas como PPP (perros potencialmente peligrosos).

Los gastos ‘premium’ que suben la factura

“Ir a una tienda de mascotas es cada vez más una lucha para evitar los caprichos”, apunta Barbero. Snack para la masticación, golosinas, juegos de olfato, piscinas, circuitos de agility… La oferta es ingente, así que aquí el gasto depende de la fuerza de voluntad y la capacidad económica de la familia. Y es que una de las grandes tendencias en el mundo de las mascotas es la premiumización derivada de la consideración de estos como un miembro más de la familia.

Aquí entra, por ejemplo, el gasto en peluquería canina que, según RSCE, es de unos 200 euros al año, mientras que Rover sitúa este desembolso en unos 120 euros al año para los propietarios de gatos ―si es una raza de pelo largo, puede elevarse hasta los 200―. La sesión con un etólogo o adiestrador se llevará entre 55 y 75 euros del presupuesto, el precio de un paseador de perros ronda los 10-15 euros, mientras que una guardería de día oscila entre los 20 y los 30, siempre con opciones de abaratar el coste si se contratan bonos o tarifas mensuales. Algo similar ocurre con las residencias, cuyo precio diario para gatos está entre los 15 y los 25 euros, mientras que para canes se mueve entre 20 y 30 euros diarios, con descuentos cuando el número de días es elevado o se deja a más de un animal. Y si se opta por viajar con nuestro perro o gato, hay que tener en cuenta que el pasaporte para la Unión Europea tiene un coste de alrededor de 70 euros.

Los Bomberos municipales de València y la Policía Local han encontrado con vida este viernes un gato en el edificio de Campanar donde hace una semana se produjo un trágico incendio en el que fallecieron diez personas. La mascota, llamada Coco, ha sido entregada en un transportín a su dueña, una vecina del edificio que ha recibido al animal entre lágrimas de alegría y emoción. No ha dejado de abrazarlo, todavía incrédula por el reencuentro y la supervivencia del felino.

Según han publicado la Policía Local y los Bomberos en la red social X, el animal se había refugiado en la planta 11 del edificio siniestrado, dos más arriba de la vivienda donde residía su dueña, y ha sido hallado por los agentes que realizaban labores de recuperación de enseres y documentación.

El animal se encontraba en la hornacina de la columna seca, una instalación que se realiza en edificios de una altura considerable para uso exclusivo de los bomberos. Así lo han explicado los bomberos, que habían accedido al edificio por la posibilidad de encontrar objetos de valor de otros vecinos que querían recuperarlos de su piso. Siguiendo el plano trazado por estos propietarios llegaron a la vivienda, pero les ha llamado la atención los cercanos maullidos de un gato hasta que han dado con él. El jueves, la policía local y los bomberos buscaban al dueño de un guacamayo que habían encontrado vivo en el edificio.

Fuentes de la Policía Local detallaron esta semana a EL PAÍS que la unidad medioambiental no había “podido hacer un recuento de los animales que había en el edificio”, aunque algunos testimonios recabados por este diario apuntan a que pueden ser decenas. La organización animalista Alternativa Felina ha sacado su propia estimación, que habla de 84 animales de compañía muertos, pero fuentes del Ayuntamiento han desmentido esa cifra al aclarar que no hay un balance oficial. Las protectoras de animales detallan que han recibido llamadas de damnificados que reportan la pérdida de perros, gatos, pájaros, hámsteres y hasta una tortuga. Algunas clínicas veterinarias privadas han abierto sus puertas gratuitamente para atender los animales afectados por el incendio, mientras el Ayuntamiento ha puesto al servicio de quienes se quedaron sin casa las protectoras municipales para dejar a sus mascotas mientras son realojados.

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“¡Benito, te amo!”, grita una señora a través de la ventanilla de su coche mientras trata de hacer una foto con el celular. A unos metros, ocho jirafas mastican alfalfa sin percatarse del gran revuelo que sucede a su alrededor. Hay cuatro hembras, dos crías y dos machos. “¿Cuál de todos es Benito?”, pregunta otro visitante que detiene su camioneta frente a la manada. “El que tiene las manchas más oscuras”, responde un empleado del parque Africam Safari, en Puebla. La fila de coches se va haciendo más larga. Los turistas no pueden bajar de sus vehículos durante el recorrido, pero aprovechan para frenar y tomar algunas fotografías. Ahora llega el turno de un autobús con más de 20 personas a bordo. No hay falla. Todos han venido a ver a Benito, la jirafa más famosa de México.

De cerca el animal es imponente. Es un macho joven de unos cuatro o cinco años. Mide más de cuatro metros y pesa una tonelada. De su enorme cabeza asoman dos cuernecillos peludos, grandes pestañas, ojos brillantes y una lengua de color morado que mide 50 centímetros. También se le reconoce porque en su oreja izquierda tiene una muesca de identificación que le hicieron al nacer. Pese a haberse integrado bien, Benito sigue siendo un animal solitario al que le cuesta relacionarse con el resto de la manada.

La jirafa llegó hace un mes al parque Africam Safari, en Puebla, donde convivirá con una manada de siete individuos más. Mónica González Islas

Hace un mes, sobrevivía en el parque Central de Ciudad Juárez, en Chihuahua, como si fuera una atracción de feria. Una sombrilla minúscula le protegía del sol y una casucha de cemento, del frío. Las temperaturas bajo cero del invierno, comenzaron a helarle la saliva y su comportamiento compulsivo hizo saltar las alarmas de un grupo de activistas que lanzaron la campaña “Salvemos a Benito”.

La historia de la jirafa se extendió por las redes y la prensa local. Su caso retrataba a la perfección el maltrato que viven muchos animales en el país y la incompetencia de las autoridades para hacerse cargo de la fauna salvaje. Por orden de un juez, la jirafa fue trasladada de Chihuahua a Africam Safari, en Puebla. Ahora, Benito pertenece al Estado Mexicano y el parque cuidará de él en régimen de comodato. El traslado duró casi 40 horas de viaje a lo largo de más de 1.900 kilómetros por carretera que Frank Carlos Camacho, director del parque, y su equipo hicieron para sacar al animal de aquel infierno. “Fue un gran viaje”, dice contento el director. “En Africam Safari estamos acostumbrados a trasladar animales desde hace 50 años”, asegura.

Su padre, Carlos Camacho Espíritu, a quien apodaron “El Capitán” por su carrera como piloto aviador, compró en 1972 más de 800 hectáreas de terreno en su Puebla natal, cerca de la presa de Valsequillo, y fundó el parque. Africam Safari se convirtió en el primer zoológico safari de América Latina. Actualmente, alberga a más de 7.000 animales de 350 especies diferentes, entre las que se encuentran elefantes, rinocerontes, cebras, osos, leones e hipopótamos, entre otros. “Todos nuestros animales están registrados en una base de datos internacional operada en Europa, donde están la mayor parte de los parques de conservación”, comenta.

El director tiene aires de cowboy. Va vestido con sombrero vaquero, lentes de sol y botas de goma. Camacho cuenta que varios miembros de su equipo volaron hasta Chihuahua para analizar la situación en la que se encontraba Benito: “Si no hubiéramos actuado rápido, se hubiera muerto por las bajas temperaturas”, sentencia. Metieron a la jirafa en un remolque de cinco metros y atravesaron 10 Estados escoltados por la Guardia Nacional y la policía. El director del parque habla emocionado de la buena adaptación que ha tenido Benito desde entonces. Aunque señala que todavía les queda mucho trabajo por hacer.

La jirafa desarrolló en Chihuahua comportamientos preocupantes como lamer constantemente un tubo y las ramas de los árboles por aburrimiento. “Tendrá ese comportamiento durante muchísimo tiempo, no es algo que le esté causando daño, pero es un comportamiento inútil, como las personas que se muerden las uñas o los niños que se chupan el dedo. Se cree que es una forma de utilizar el tiempo cuando no se aplica de forma natural”, explica.

Frank Carlos Camacho, director de Africam Safari.Mónica González Islas

Benito también ha necesitado un cambio de dieta. “Lo vemos un poco gordito, le falta tono muscular por la dieta que comía antes”, dice Camacho. En Chihuahua la jirafa comía alimento concentrado para caballos, zanahorias, manzana y alfalfa. Una dieta alta en azúcares y poco equilibrada para su especie. “Es como si una persona solo comiera golosinas, ahora estamos buscando bajarle la cantidad de azúcar”, asegura el director. Por primera vez, ha probado plantas que suelen comer las jirafas, como las acacias africanas. También se espera que Benito sea el nuevo semental de la manada. “Hemos visto en él todo un comportamiento reproductivo, está sumamente interesado en las hembras”, destaca Frank Camacho. Las jirafas suelen vivir entre 20 y 25 años en cautividad, lo que garantiza la conservación de la especie en el parque.

En toda esta historia, también existen dudas sobre la procedencia del animal. Camacho dice que desconoce cuál es el verdadero origen de la jirafa. “Me gustaría saberlo porque no tenemos la documentación original, así que no sabemos la edad exacta ni qué vacunas ha recibido, tenemos que partir de cero”, apunta. Los activistas que han seguido el caso aseguran que Benito hace unos años vivía en el Ecopark de Colima y se llamaba Pirru, todavía pueden verse imágenes de la jirafa que había en Colima y que un buen día desapareció. Se cree que después fue trasladado a un zoo en Sinaloa y de ahí a Chihuahua. En redes también abundan las imágenes de aquel viaje: precario, en una camioneta destartalada y sin ningún cuidado durante horas al sol por la carretera.

Sin embargo, las incógnitas sobre la procedencia de Benito vienen de antes y alimentan el fantasma del tráfico ilegal de especies en el país desde que la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de México (Azcram) señaló a través de un comunicado que Benito procede de una incautación. “Somos el tercer mercado ilegal de especies exóticas”, comenta Camacho. El director considera que el tráfico de animales tiene que ver, en parte, con el gusto que existe “desde hace siglos” en la cultura mexicana por tener una especie exótica en casa. También porque la aplicación de la ley es muy laxa, no hay recursos suficientes y existe una gran corrupción de las autoridades. “Aquí mismo, en el Estado de Puebla, solo tenemos dos inspectores de la Profepa para controlar todos los parques y zoológicos”, protesta.

Antes de despedirse termina la entrevista con un deseo: “Que la vida salvaje siga siendo tratada como vida salvaje. Los animales como Benito no son mascotas”, señala. Después, una pareja de visitantes acompañada de un cuidador entra en la explanada de las jirafas para dar de comer a la manada y disfrutar de la experiencia de convivir con los animales.

El director deja a las periodistas para hacer una transmisión en vivo a través de Facebook sobre el primer mes de Benito en el parque. Miles de personas se conectan a la transmisión. En la tienda de recuerdos hay muchos objetos con jirafas: pines, sudaderas, peluches, tazas, hasta unas pantuflas. El parque no da datos, pero los fines de semana los coches esperan desde la carretera que lleva a Puebla capital para entrar a Africam Safari y las visitas no han parado de crecer desde la llegada de su nuevo habitante. El show de Benito no ha hecho más que comenzar.

La jirafa pertenecerá a partir de ahora al Estado mexicano y estará en comodato en el parque de Puebla.Mónica González Islas

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El pasado junio, la organización de bienestar de los animales Four Paws, con sede en Viena (Austria), recibió una sorprendente llamada de auxilio. Desde Sudán, en medio de una guerra civil entre el ejército regular y el grupo paramilitar del país, los trabajadores de un refugio de especies silvestres en la capital, Jartún, pedían ayuda para rescatar a sus fieras. La petición rozaba lo imposible: requería adentrarse en el epicentro de las hostilidades para intentar sacar de allí a una decena de leones y hienas.

Con apenas vías de comunicación abiertas en Sudán, los trabajadores del centro y el equipo de rescate tardaron tres meses en conseguir los permisos de las partes enfrentadas para la operación, aunque de ellos dependía la planificación de toda la logística. Para aquel entonces, dos terceras partes de los 150 animales del refugio habían muerto, debido a enfermedades, la sed y el hambre. También se ha acusado a miembros de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido de haberse comido a algunos. El resto estaba en los huesos.

“Los animales estaban en muy malas condiciones”, recuerda el veterinario Amir Khalil, que lideró la misión. “No funcionaba nada y nadie podía alimentar a los animales; no había comida, ni agua, ni electricidad”, evoca, notando que “durante la guerra, muchos de los animales comenzaron incluso a comerse unos a otros”. Había que actuar rápido.

Una de las jaulas durante su traslado de Jartún.Hristo Vladev

A finales de noviembre, el equipo encabezado por Khalil consiguió llegar al santuario y colocar a casi 50 especímenes en varias jaulas fabricadas poco antes en una ciudad portuaria del país. Su plan inicial era rescatar a 15 leones y cinco hienas, pero en el último momento decidieron llevarse también a una treintena de individuos de otras especies de los que no se les había hablado previamente, entre ellos, dos águilas, una cigüeña, gacelas, ciervos y gatos monteses.

Desde el sur de Jartum, y con el ruido de los combates de fondo, la comitiva puso rumbo a Wad Madani, la capital de otro estado sudanés llamado Gezira. La principal dificultad del viaje consistía en atravesar la tierra de nadie que separa las líneas del frente, un territorio de unos ocho kilómetros donde reina la criminalidad. La intención era realizar el trayecto durante el día, para que fuera menos inseguro, pero la carga adicional de trabajo les retrasó y tuvieron que ponerse en marcha al atardecer, cuando caía ya noche.

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Khalil eligió la opción que le pareció más segura: mandó acelerar al conductor del microbús en el que viajaba su equipo para salir de la zona lo más rápido posible, y esperar a los dos camiones que transportaban a los animales en el primer pueblo bajo control del ejército. “Por mi experiencia, nadie se dedicará a robar leones: ¿quién parará a un gran camión para robar leones?”, explica Khalil, conocido como el veterinario de la guerra.

El primer camión con los animales llegó un poco después de que el equipo al mando de la evacuación se detuviera en el punto acordado, pero el segundo se retrasó porque fue asaltado por un grupo de criminales que robaron el dinero y el teléfono al conductor. Las fieras, sin embargo, se encontraban bien. Llegados al final del viaje, los animales fueron divididos. Algunos fueron puestos en libertad, otros fueron reubicados en un parque nacional cerca de la frontera con Etiopía y el resto se quedó en otro parque nacional en Gezira.

Una vez acomodados, Khalil se quedó varios días para hacer seguimiento de su evolución, y a mediados de diciembre, cuando creyó que ya se encontraban a salvo en su nuevo hogar, se despidió de ellos y se marchó. Solo unas horas después, el egipcio recibió una llamada: los paramilitares acababan de lanzar una ofensiva sorpresa sobre Gezira, y en apenas unos días se hicieron con el control de todo el estado sin apenas oposición.

Así fue como el equipo de Four Paws se encontró viajando de nuevo a Sudán en enero, con la misión de volver a rescatar a los animales evacuados de Jartum. Pero dado que entrar en Gezira era demasiado peligroso, por la volatilidad de la situación, esta vez se optó por un plan diferente: funcionarios sudaneses se encargaron de trasladar a las fieras al estado de Gedaref, pasado el frente al este de Gezira, y allí serían recogidas.

El estado de los animales en este punto era crítico: los leones presentaban heridas abiertas y lesiones que requerían atención inmediata. Se encontraban visiblemente débiles. “Un león puede oír 150 veces más que nosotros, así que, si una bomba estalla a mi lado, el león la oirá más fuerte; y hay aves que pueden oler a 12 kilómetros de distancia. Así que estaban traumatizados, sienten más que las personas”, señala Khalil.

Una vez se reunieron de nuevo con los animales, el equipo de Khalil debía llegar hasta Puerto Sudán, que actualmente ejerce como capital provisional bajo control del ejército y cuenta con el único aeropuerto comercial activo de Sudán. El vuelo de salida del país, sin embargo, no estaba programado hasta al cabo de dos días. Así que, para ahorrarles el calor sofocante del mar Rojo, el grupo optó por hacer parada en un pueblo situado a 900 metros sobre el nivel del mar, que recibió con sorpresa la inesperada visita de los felinos.

Uno de los felinos sale de su jaula en uno de los traslados. Hristo Vladev

Desde Puerto Sudán, 15 leones, cuatro hienas y un gato salvaje embarcaron en un avión de carga que los sacó finalmente del país en dirección hacia la reserva jordana de Al Mawa, el mayor santuario de especies silvestres de Oriente Próximo, situada al norte de la capital del país, Ammán. A la mañana de aterrizar, uno de los leones falleció. “Era el líder, el grandote que cuidó de toda su familia y los puso a salvo. Sufrió todo el tiempo, pero no se rindió hasta que aterrizó en Jordania y pasó una noche”, cuenta Khalil.

A mediados de febrero, 11 de los leones emprendieron el que debería ser su último viaje, desde Jordania hasta la lejana Sudáfrica, donde han podido empezar una nueva vida en un santuario de grandes felinos con una superficie equivalente a 1.600 campos de futbol. Allí habitan más de 100 animales, entre leones, tigres y leopardos, junto con otras especies típicas de la zona que viven en libertad, como cebras, antílopes y una gran variedad de aves. “Ya se nota la diferencia: el sol, la paz, la energía, los buenos alimentos, el cuidado; les cambió inmediatamente”, comenta Khalil. “El mejor remedio para estos animales es la naturaleza”, observa. Las hienas, el gato montés y tres leones siguen en Jordania recibiendo cuidados.

En Sudán, los bandos se encuentran enzarzados en una guerra que ha devastado el país, matado a miles de personas, desplazado a millones y causado una de las peores crisis humanitarias del mundo. Alejado del peligro de Jartum, el veterinario egipcio considera que las partes enfrentadas deberían tomar nota de esta misión de evacuación. “Los animales pueden unir”, señala. “Si fueron capaces de hacer esto por leones o hienas, ¿no podemos realmente reencontrarnos?”.

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